Digo del cine

Ver cine no es una simple actividad más que disfruto hacer. No elijo ver una película para pasar el rato y ya.
El cine siempre me gustó y desde muy chica, aunque lamentablemente tardé un poco en darme cuenta de cuánto me gustaba. El séptimo arte, aparte de ser el que mejor sabe satisfacerme; de ser lo que elegí para estudiar y para dedicarme; de ser una de las mejores formas de expresarse, ya que de esta sola manera se puede expresar lo que las palabras no saben hacer o lo que las imágenes sólidas-fijas tampoco (el cine es la unión de todo eso) hace lo que la escritura o las artes visuales (hasta el teatro también, me animaría a decir) no pueden.
Es recrear una historia y también una realidad, es vivir la fantasía, cumplir lo que la "realidad" nos lo hace creer imposible. Porque en el cine uno ve, lee, escucha, siente. El cine es creer en lo increíble. Yo no creo ni en dios ni en Jah ni en el Buda, creo en el cine.
Por otro lado, el cine me ayuda a entender muchas cosas. Cosas que por ahí en la vida cotidiana no logro ver, pero que cuando estoy en frente de una pantalla sí puedo hacerlo. No voy a decir que es mi guía o mi religión porque sería colocar al cine en un lugar de misticidad en el que poco tiene que ver con él.
Por eso para cerrar voy a decir que el cine es lo que todos quisieran ser: únicos, buenos, creativos, agradables, sanos, divertidos. Lástima que algunas personas no saben apreciarlo como corresponden, y voy a citarme a mí misma cuando dije en una noche de borrachera (pero de esas borracheras que hacen a uno hablar con la pura verdad) pero ojo al piojo que la frase no tiene ningún tipo de construcción sintáctica que hagan que uno se desmaye ante tan hermoso discurso, sino que mi intención de traerla aquí ante ustedes es la de explicarles que tan enserio me me gusta el cine:
“el cine es lo mejor que hay, pero la gente no le da la bola que se merece”